viernes, 22 de diciembre de 2017

Un solo cambio




           Todo empezó igual que siempre: Abel había tenido un día de mierda en el instituto y sentía que no podía más. Harto de insultos, de palizas, de soledad y de vivir con miedo, se dirigió a su habitación, cuchillo en mano, dispuesto a quitarse la vida. Las lágrimas recorrían su rostro y la impotencia volvía a apoderarse de su cuerpo. Se remangó como pudo, cerró el puño de la mano izquierda y apuntó con el filo mientras su pulso no dejaba de temblar. Una vez más, aquella hoja volvía a encontrarse con la piel de su muñeca.