Era miércoles. Yo creía que era
jueves, pero era miércoles. Chucky, aparentemente menos remolón que yo, se las
apañó para subirse a la cama y empezó a lamerme la mejilla. Yo en ese momento
estaba soñando que me golpeaban en la cara con lonchas de jamón cocido, pero
eso no es importante. Cuando finalmente abrí los ojos, medio confuso, me
sorprendió verle allí arriba, ya que hacía poco había estado muy malito, y le
empecé a dar arrumacos. Para mi sorpresa, mi querido compañero no quería mi
amor; se escabulló de entre mis brazos y saltó corriendo para traerme su
comedero y empezar a dar golpes con él contra el suelo.