miércoles, 17 de enero de 2018

¿Sí? (Parte 2)

          Al ver que cogía el teléfono, la mujer que apoyaba sus posaderas sobre mis rodillas se cerró la bata con furia y cruzó los brazos. Por su parte, la llamadora no medió palabra.

          —Melinda, ¿estás ahí?

          Mi anfitriona, incrédula, se llevó las manos a la cabeza y resopló mientras se levantaba. Mientras el dolor de mi tobillo desaparecía al aligerarse la carga que reposaba sobre él, no pude evitar pensar que no la culpaba por indignarse. 

          Finalmente, mi interlocutora telefónica decidió pronunciarse: