Esta
mañana, después de varios años, me he reencontrado con un viejo amigo, “el
Romántico”. Me pareció curioso que se acercara a mí, sobretodo teniendo en
cuenta la forma de la que nos distanciamos. Cogí su vida, y sin importarme lo que
sucedería con él, se la robé y la hice mía.
A pesar
de nuestras diferencias y de la mala jugada que le hice, se sentó a mi lado y
empezó a contarme como se sintió durante todo el tiempo que había pasado lejos.
Me contó que al principio no le importó que le sustituyera, que si había
luchado tanto por ello y finalmente lo había conseguido, quizás significara que
realmente lo merecía. Así que se escondió en el lugar más oscuro del mundo para
no molestarme, saliendo solamente para asegurarse de que las cosas me fueran
bien, y dejándome pistas de a quién pertenecía realmente esa vida para que no
olvidara cual era mi papel.
También
me dijo que cada vez tenía que salir más regularmente, y que poco a poco me fui
alejando de mi papel y me iba convirtiendo en una persona totalmente distinta,
que ya no se parecía en nada a la que se
suponía que estaba sustituyendo, olvidando su forma de actuar, el aprecio por
sus seres queridos, e incluso sus principios. Él era “el Romántico”, y no puede
existir un romántico sin sentimientos, y por eso había venido a verme. Ya no
consideraba que me mereciera su vida, ya no le apetecía velar por mí, pero
tampoco le interesaba que me descubrieran, así que estaba dispuesto a
recuperarla.
Presa
del miedo salí corriendo, durante un momento giré la cabeza para ver si seguía
detrás de mí.
-¡Devuélvemela!
Seguí
huyendo de él hasta que le despisté, y una vez llegué a casa, estaba tan
destrozado física y mentalmente que no pude hacer otra cosa que tumbarme en el
sofá, empezar a llorar y escribir esto. Aunque sinceramente, no sé quien lo
está escribiendo exactamente.
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