miércoles, 5 de septiembre de 2018

No lo hagas

          Tras el último beso, ella se dio la vuelta y se dispuso a subir al tren. Para Fran, el ruido de sus tacones golpeando contra cada uno de los escalones era como el de bombas atómicas estallando en su corazón. Con una mano en el pecho y el rostro comido por las lágrimas, él esperaba el impacto del siguiente golpe de talón, tenía que esforzarse para no apretar los ojos e intentar calmar el dolor. No podía permitirse ese lujo. Aunque le doliera, no podía apartar la mirada de ella. Tenía que aprovechar al máximo los instantes que les quedaban juntos, aunque fueran los de una despedida amarga y lacerante.