viernes, 4 de julio de 2014

El Viejo, el Calvo y el Pequeño (Hermanos)



            —Ni tú me gustas, ni yo te gusto a ti, pero es algo que tendremos que soportar si vamos a trabajar juntos. —John decía esto mientras guardaba su pistola en el cinturón y la tapaba con su americana mostrando cierta incomodidad —. ¡Bah! Jamás me acostumbraré a llevar traje, en mis tiempos se trabajaba con lo primero que pillaras…Unos vaqueros, un chándal, o si te pillaba en plena faena…

            —¿Siempre eres igual de cargante? Espero que no te pases todo lo que nos queda de día contando batallitas, y menos si tratan sobre tus faenas. —Chuck movió los dedos remarcando unas supuestas comillas en la palabra “faenas”.
            John sonrió y movió ligeramente la cabeza hacia los lados —Está bien muchacho, pero no te olvides de quién manda aquí y cumple con tu trabajo.
            —Exacto, yo mando aquí, así que mueve el culo, perro viejo. —El hombre joven, se acarició la calva e hizo una señal a su compañero, dándole a entender que debían partir ya.
Los dos hombres salieron de la pequeña habitación en la que se encontraban, cogieron un móvil cada uno de un mueble que se encontraba cerca de la salida de la casa y salieron del edificio. Primero salió Chuck y luego John.
Nada más salir se miraron el uno al otro, asintieron y se metieron en la parte de atrás de una furgoneta negra que les esperaba con el motor encendido. Una vez estuvieron dentro, las puertas se cerraron solas y el vehículo empezó a moverse.
El silencio reinaba. Ambos estaban sentados, el uno frente al otro, con la cabeza agachada y apoyados con los codos sobre las rodillas. Desde donde estaban no se podía ver al conductor. No había cristales, solamente metal, todo estaba recubierto de metal. Había un botón al lado de cada asiento, e incrustados en la parte que separaba el asiento del conductor y el del copiloto de la parte de atrás, un pequeño altavoz.
Pasaron varios minutos y no se oía nada más que el motor del coche, hasta que al final una voz salió del aparato.
Eh chicos, estáis muy callados, ¿va todo bien?
Ambos miraron hacia la fuente de la cual provenía la voz, y John sonrió.
—¡Hombre, pequeño! No sabía que eras tú quien nos estaba llevando
No, no soy yo quien os lleva, Teo está al mando de este cacharro, yo soy el copiloto. Ya probé a conducir hace poco ¡y la verdad es que aun duele bastante! —El hombre al otro lado del interfono se rió de sí mismo al recordar el momento.
            —Está bien. —El hombre puso su mano izquierda sobre la pared que les separaba —. Espero que la próxima vez que nos veamos estés totalmente recuperado y podamos vernos cara a cara y brindando con unos whiskies.
Prometido viejo, cuidaos ahí fuera, ya hemos llegado.
Su compañero, le miró directamente a los ojos y cambió su expresión. Una vez más, se acarició la calva y se puso en pie.
            —Ahora que conozco los motivos por los cuales estás aquí, no me será tan difícil trabajar contigo, o al menos no tanto como yo pensaba. —A pesar de estar siendo sincero, y sabiendo que su compañero dejaría de verle como a un tipo sin sentimientos, Chuck mantuvo su mirada seria y fría como siempre.
John también se levantó, cosa que hacía que ambos estuvieran cara a cara, y tuvieran poco espacio entre ellos, lo cual hacía que se sintieran ambos un poco incómodos, así que se adelantó hacia la puerta, dándole la espalda a su joven compañero.
—Tal vez yo sea un perro viejo, pero no soy el único perro en este coche, estás aquí por lo mismo que yo. No te consideraba un tipo que se moviera por los sentimientos, la gente como tú suele considerarlos una debilidad.
—No considero la fidelidad un punto débil. —El joven miró ligeramente al viejo, que parecía saber lo que iba a suceder.
—Tal vez deberías empezar a hacerlo.
Chuck se quedó pasmado con la respuesta de su compañero. Empezó a pensar que quizás no eran tan distintos, quizás John había aceptado sus puntos débiles y sus flaquezas en vez de intentar ocultarlas.
—¿Vamos? —John intentó hacer reaccionar al joven, quien asintió con la cabeza —. ¿Sabes que ahora nos vamos a enfrentar a quienes un día fueron nuestros hermanos, quienes ahora nos consideran traidores, verdad?
—Todos mis hermanos están en este cacharro, así que al resto les voy a enseñar el precio que se paga por la verdadera traición.
Tras esto, ambos sacaron sus pistolas y se dispusieron a salir del vehículo.  

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