Hellena llevaba una
semana enferma en la cama, un catarro de otoño había conseguido abrir una
brecha en su impecable record de días sin faltar al trabajo. Era una chica muy
activa, así que el hecho de estar en cama le dolía casi más que la fiebre. Ni
siquiera los fines de semana dejaba de madrugar, la diferencia era que en vez
de irse a trabajar, se ponía la ropa deportiva y salía a correr a la calle.
El lunes por la noche,
viendo que se encontraba mejor, dejó a un lado la bata, las zapatillas y las
sopitas, para coger la ropa de deporte. Sabía de sobras que no podría hacer su
rutina normal, pero aun así le apetecía salir a tomar el aire, aunque hiciera
el recorrido andando.