—Ni tú me gustas, ni yo te gusto a
ti, pero es algo que tendremos que soportar si vamos a trabajar juntos. —John
decía esto mientras guardaba su pistola en el cinturón y la tapaba con su
americana mostrando cierta incomodidad —. ¡Bah! Jamás me acostumbraré a llevar
traje, en mis tiempos se trabajaba con lo primero que pillaras…Unos vaqueros,
un chándal, o si te pillaba en plena faena…
—¿Siempre eres igual de cargante?
Espero que no te pases todo lo que nos queda de día contando batallitas, y
menos si tratan sobre tus faenas. —Chuck movió los dedos remarcando unas
supuestas comillas en la palabra “faenas”.
John sonrió y movió ligeramente la
cabeza hacia los lados —Está bien muchacho, pero no te olvides de quién manda
aquí y cumple con tu trabajo.
—Exacto, yo mando aquí, así que
mueve el culo, perro viejo. —El hombre joven, se acarició la calva e hizo una
señal a su compañero, dándole a entender que debían partir ya.
Los dos hombres salieron de la
pequeña habitación en la que se encontraban, cogieron un móvil cada uno de un
mueble que se encontraba cerca de la salida de la casa y salieron del edificio.
Primero salió Chuck y luego John.
Nada más salir se miraron el uno
al otro, asintieron y se metieron en la parte de atrás de una furgoneta negra
que les esperaba con el motor encendido. Una vez estuvieron dentro, las puertas
se cerraron solas y el vehículo empezó a moverse.
El silencio reinaba. Ambos
estaban sentados, el uno frente al otro, con la cabeza agachada y apoyados con
los codos sobre las rodillas. Desde donde estaban no se podía ver al conductor.
No había cristales, solamente metal, todo estaba recubierto de metal. Había un
botón al lado de cada asiento, e incrustados en la parte que separaba el
asiento del conductor y el del copiloto de la parte de atrás, un pequeño
altavoz.
Pasaron varios minutos y no se
oía nada más que el motor del coche, hasta que al final una voz salió del
aparato.
—Eh chicos, estáis muy callados, ¿va todo bien?
Ambos miraron hacia la fuente de
la cual provenía la voz, y John sonrió.
—¡Hombre, pequeño! No sabía que
eras tú quien nos estaba llevando
—No, no soy yo quien os lleva, Teo está al mando de este cacharro, yo
soy el copiloto. Ya probé a conducir hace poco ¡y la verdad es que aun duele
bastante! —El hombre al otro lado del interfono se rió de sí mismo al
recordar el momento.
—Está bien. —El hombre puso su mano izquierda
sobre la pared que les separaba —. Espero que la próxima vez que nos veamos
estés totalmente recuperado y podamos vernos cara a cara y brindando con unos
whiskies.
—Prometido viejo, cuidaos ahí fuera, ya hemos llegado.
Su compañero, le miró
directamente a los ojos y cambió su expresión. Una vez más, se acarició la
calva y se puso en pie.
—Ahora que conozco los motivos por
los cuales estás aquí, no me será tan difícil trabajar contigo, o al menos no
tanto como yo pensaba. —A pesar de estar siendo sincero, y sabiendo que su
compañero dejaría de verle como a un tipo sin sentimientos, Chuck mantuvo su
mirada seria y fría como siempre.
John también se levantó, cosa que
hacía que ambos estuvieran cara a cara, y tuvieran poco espacio entre ellos, lo
cual hacía que se sintieran ambos un poco incómodos, así que se adelantó hacia
la puerta, dándole la espalda a su joven compañero.
—Tal vez yo sea un perro viejo,
pero no soy el único perro en este coche, estás aquí por lo mismo que yo. No te
consideraba un tipo que se moviera por los sentimientos, la gente como tú suele
considerarlos una debilidad.
—No considero la fidelidad un
punto débil. —El joven miró ligeramente al viejo, que parecía saber lo que iba
a suceder.
—Tal vez deberías empezar a
hacerlo.
Chuck se quedó pasmado con la
respuesta de su compañero. Empezó a pensar que quizás no eran tan distintos,
quizás John había aceptado sus puntos débiles y sus flaquezas en vez de
intentar ocultarlas.
—¿Vamos? —John intentó hacer
reaccionar al joven, quien asintió con la cabeza —. ¿Sabes que ahora nos vamos
a enfrentar a quienes un día fueron nuestros hermanos, quienes ahora nos
consideran traidores, verdad?
—Todos mis hermanos están en este
cacharro, así que al resto les voy a enseñar el precio que se paga por la
verdadera traición.
Tras esto, ambos sacaron sus
pistolas y se dispusieron a salir del vehículo.
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