Hace
mucho tiempo, antes de que existieran el chocolate y las golosinas, había un
rey muy caprichoso y escrupuloso que siempre hacía lo que quería sin importarle
lo que les pasara a los demás. En uno de los pueblos en los que gobernaba ese
rey vivían Denis, un chico al que le gustaban mucho los animales, y su amigo
Kiwi, un periquito al que había enseñado a hablar.
Un
día, mientras Denis y Kiwi estaban jugando en el campo como siempre,
aparecieron dos de los lacayos del rey y atraparon a Kiwi con una red para
llevárselo. Denis salió corriendo detrás de ellos para intentar que soltaran a
su amiguito, pero aquellos hombres eran muy grandes y de un empujón le tiraron
al suelo y se fueron.
A
la mañana siguiente el chico estaba tan triste que no quería ir a la escuela.
Sus padres le dijeron que estar con sus compañeros le ayudaría a ponerse mejor
y, aunque al principio no le gustaba mucho la idea, Denis se animó un poco y se
fue.
Cuando
entró en la clase le sorprendió mucho ver que todos sus compañeros también
estaban tristes, así que se acercó a la profesora y le preguntó si sabía qué
les había pasado. Ella le dijo que todos sus compañeros estaban tristes porque
unos hombres se habían llevado a sus amigos animales.
Al
cabo de un rato, cuando todos se sentaron en sus pupitres, la profesora les
explicó que el rey ordenó que se llevaran a todos los animales porque se había
cansado de que le regalaran fieras exóticas, así que decidió encerrarlos a
todos para que la gente le hiciera regalos más divertidos. Procurando que nadie
de fuera la oyera, les dijo en voz baja a sus alumnos que no entendía cómo el
rey podía ser tan necio como para hacer eso, ya que era imposible que un reino
sin animales prosperase.
Pasaron
las semanas y cada día el reino se volvía más y más gris. Al no haber aves y
ardillas que plantaran las semillas de los árboles, cada vez había menos fruta
para comer. Como no había vacas, ovejas, ni cerdos que pastaran ni abonaran los
campos, cada vez era más difícil que los cultivos crecieran bien. Cada vez era
más difícil sobrevivir.
Una
noche, mientras Denis preparaba la cama para irse a dormir, oyó unos golpecitos
en la ventana que le resultaron muy familiares, así que fue a mirar. Para su
sorpresa, los golpecitos los estaba dando Kiwi. Sin pensárselo ni un momento
abrió corriendo la ventana y dejó que su amiguito alado entrara en la
habitación.
Kiwi
le contó a Denis que cuando le cogieron con la red le rompieron un ala, pero
que cada noche iba una mujer a cuidar y a dar de comer a los animales que
estaban heridos. También le dijo que fue ella misma la que le ayudó a escaparse
porque era el único pajarito del reino que podría contarles a las personas del
pueblo cómo liberarlos a todos.
Aquella
mujer que iba cada noche a ayudarles no era otra que la reina, que bajaba al
calabozo a escondidas para que los vigilantes no la descubriesen. La reina le
dijo a Kiwi que los guardias del castillo y el mismo rey estaban pasando tanta
hambre como los ciudadanos, así que, si todos iban a liberar a los animales del
reino, no podrían defenderse contra tanta gente.
Rápidamente,
Denis corrió a decírselo a sus padres, que no dudaron en dar la noticia a todos
sus amigos y estos a los suyos. Cuando salió el sol, la noticia ya era conocida
en todo el reino, así que se reunieron todos y se dirigieron al castillo.
Cuando
vieron a tanta gente, los guardias, hartos de pasar hambre, se posicionaron del
lado de los ciudadanos, y el rey se vio tan solo que acabó dándole todo el
poder a su esposa, la reina.
Lo
primero que hizo la reina fue encerrar al rey en el calabozo como castigo por
haber hecho algo tan horrible, y lo segundo fue devolverles la libertad a los
animales para que el reino volviera a prevalecer y todos fueran felices.
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